Varicela en Niños: Síntomas, Cuidados y Trucos para Aliviar el Picor

Seguro que lo has pensado alguna vez: esa mañana en la que descubres unos granitos rojos sospechosos en la espalda o la tripa de tu hijo y te salta la alarma: ¿será varicela? Esta enfermedad, causada por el virus varicela-zóster, es un clásico de la infancia. Aunque la mayoría de las veces es leve, esos días pueden ser un suplicio, sobre todo por un síntoma estrella: el picor infernal.

Pero que no cunda el pánico. Con un poco de información y mucha paciencia, podéis superar la varicela sin dramas. En esta guía te contamos todo lo que necesitas saber sobre los síntomas y los cuidados para aliviar el picor.

¿Cómo sé si mi hijo tiene varicela? Los síntomas clave

La varicela no empieza de golpe con el cuerpo cubierto de granos. Suele seguir un patrón bastante reconocible, lo que ayuda a identificarla. ¡Atento a estas señales!

  1. Fase inicial (pródromos): Un par de días antes de que aparezca la erupción, es normal que el niño se encuentre «raro». Puede tener fiebre no muy alta (entre 38 °C y 39 °C), dolor de cabeza, malestar general, pérdida de apetito o sentirse muy cansado. Básicamente, como si estuviera incubando un resfriado.

  2. La erupción, el síntoma inconfundible: Aquí es cuando la cosa se pone seria. La erupción de la varicela tiene varias fases y es lo que la hace tan característica:

    • Manchas rojas (máculas): Primero aparecen pequeñas manchas rojas, similares a picaduras de mosquito, que suelen empezar en el tronco, la cara y el cuero cabelludo, para luego extenderse por todo el cuerpo.
    • Vesículas (las famosas ampollas): En cuestión de horas, esas manchas se convierten en pequeñas ampollas llenas de un líquido claro (vesículas). ¡Esta es la fase en la que más pica!
    • Costras: Pasados uno o dos días, las vesículas se rompen, se secan y forman una costra.

Lo más curioso de la varicela es que estas tres fases conviven a la vez. Es decir, tu hijo tendrá al mismo tiempo manchas nuevas, ampollas en su apogeo y costras a punto de caer. Este es un signo casi definitivo de que se trata de varicela.

Misión: ¡Calmar el picor! Cuidados y remedios caseros

El gran reto de la varicela no es la enfermedad en sí, sino gestionar el picor. Rascarse puede sobreinfectar las lesiones con bacterias, dejar cicatrices y, en definitiva, hacer que el niño lo pase fatal. Aquí van tus mejores armas:

Baños que alivian

Un baño tibio (nunca caliente, que empeora el picor) puede ser un auténtico bálsamo. Para potenciar su efecto calmante, puedes añadir al agua un poco de avena coloidal (la venden en farmacias) o un puñado de bicarbonato sódico. Estos baños, de unos 10-15 minutos, ayudan a limpiar la piel y a reducir la comezón. Al salir, seca la piel con toques suaves, sin frotar.

Manos quietas y uñas cortas

Es la regla de oro. Por mucho que se lo digas, a un niño le costará no rascarse. Por eso, mantén sus uñas muy cortas y limpias para minimizar el daño y el riesgo de infección. Por la noche, cuando el control es menor, puedes probar a ponerle unos guantes finos de algodón.

Ropa fresca y cómoda

El calor y el sudor son enemigos del picor. Viste a tu hijo con ropa holgada, de tejidos naturales como el algodón. Evita la lana o las fibras sintéticas que puedan irritar la piel. Mantén una temperatura agradable en casa, ni mucho frío ni mucho calor.

Lociones y cremas, tus aliadas

La loción de calamina es un clásico que funciona. Aplícala con un algodón sobre las vesículas para ayudar a secarlas y calmar el picor. Consulta siempre con tu pediatra antes de usar cualquier otra crema, especialmente las que llevan antihistamínicos o corticoides, ya que no siempre están recomendadas.

Hidratación y paciencia

Asegúrate de que tu hijo beba muchos líquidos, sobre todo si tiene fiebre. El agua, los zumos naturales o los caldos suaves son ideales. Y, por encima de todo, ármate de paciencia y dale muchos mimos. Estar malito y no poder rascarse es muy frustrante.

¿Cuándo debo llamar al pediatra?

Aunque la varicela suele ser leve, hay que estar atentos a posibles complicaciones. No dudes en contactar con vuestro pediatra si observas alguna de estas señales de alarma:

  • Fiebre muy alta o que dura más de 4 días.
  • Las lesiones parecen infectadas: están muy rojas, calientes, duelen o supuran un líquido amarillento (pus).
  • El niño está muy somnoliento, le cuesta despertar o parece desorientado.
  • Tiene rigidez en el cuello, dificultad para respirar o tos intensa.
  • Vomita repetidamente o tiene un dolor de cabeza muy fuerte.

Ante cualquier duda, la llamada al pediatra es siempre la mejor opción. Para más información detallada, la Asociación Española de Pediatría (AEPED) ofrece una guía completa sobre la varicela para padres.

Un paréntesis importante en la salud infantil

Mientras tu atención está completamente centrada en los granitos y el picor de la varicela, es fácil que otras revisiones importantes del desarrollo de tu hijo pasen a un segundo plano. Es algo normal, pero conviene tenerlo presente.

No olvides otras revisiones: El caso de la displasia de cadera

Una de esas revisiones clave que se realizan en los primeros meses de vida es la de la displasia de cadera en bebés. La displasia de cadera es una alteración en la articulación de la cadera que, si no se detecta y trata a tiempo, puede causar problemas al caminar en el futuro. Es fundamental conocer los síntomas de displasia de cadera para una detección precoz. Aunque tu pediatra la revisa en las consultas rutinarias, nunca está de más estar informado. A veces, los síntomas de displasia de cadera son sutiles, como asimetría en los pliegues de los muslos o un «clic» al mover las piernas del bebé. Hablar con tu pediatra sobre la displasia de cadera es crucial. La displasia de cadera en bebés tiene un pronóstico excelente si se detecta a tiempo, por lo que no debes dudar en consultar cualquier inquietud sobre la displasia de cadera. Recordar esto, incluso en medio del caos de una varicela, es parte de un cuidado integral. Asegurarse de que el seguimiento de la displasia de cadera en bebés va por buen camino es tan importante como cuidar la fiebre. Los síntomas de la displasia de cadera no deben ignorarse.

La mejor prevención: la vacuna

Hoy en día, la mejor forma de evitar todo este jaleo es la vacunación. La vacuna contra la varicela es segura y muy eficaz. En España, está incluida en el calendario de vacunación infantil financiado, administrándose generalmente en dos dosis. Consulta con tu pediatra para asegurarte de que tu hijo tiene la pauta completa.

Conclusión: La varicela pasa, ¡mucho ánimo!

Ver a tu hijo incómodo y cubierto de granos no es agradable, pero recuerda que la varicela es una enfermedad pasajera. La clave está en centrarse en aliviar los síntomas, especialmente el picor, y vigilar que no haya complicaciones.

Con baños de avena, uñas cortas, ropa cómoda y una buena dosis de mimos y paciencia, en unos 10-15 días las costras habrán caído y todo volverá a la normalidad. ¡Mucho ánimo en esta misión anti-picor

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Preguntas Frecuentes

Q: ¿Durante cuánto tiempo es contagiosa la varicela?

A: El periodo de contagio comienza 1 o 2 días antes de que aparezca la erupción y finaliza cuando todas las ampollas se han secado y formado una costra. Mientras haya vesículas activas con líquido, el niño puede transmitir el virus.

Q: ¿Cuánto tiempo tarda en curarse todo el proceso de la varicela?

A: Desde los primeros síntomas (fiebre, malestar) hasta que se caen las últimas costras, la varicela suele durar entre 10 y 15 días. La fase de erupción activa con nuevas ampollas dura unos 5-7 días.

Q: ¿Puedo darle ibuprofeno a mi hijo para la fiebre o el malestar?

A: No se recomienda administrar ibuprofeno durante la varicela, ya que se ha relacionado con un posible aumento del riesgo de infecciones bacterianas en la piel. El medicamento de elección para la fiebre es el paracetamol. Nunca administres aspirina a un niño con varicela por el riesgo de una complicación grave (síndrome de Reye).

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