De repente, un día, escuchas a tu peque hablar solo en su habitación. Te acercas de puntillas y descubres que está enfrascado en una animada conversación con… nadie. O, al menos, con nadie que tú puedas ver. Antes de que salten las alarmas, respira hondo: lo más probable es que acabes de conocer a uno de sus nuevos amigos imaginarios. Lejos de ser un motivo de preocupación, estos compañeros invisibles son una fascinante y valiosa parte del desarrollo infantil.