El día que entendí que no era una Superwoman: Dejar de poder con todo para empezar a vivir

Siempre pensé que podía con todo. De verdad. Llevaba la capa de superwoman con un orgullo casi suicida: la profesional eficiente, la madre entregada, la amiga que siempre está, la pareja perfecta, la que mantiene la casa impecable y la nevera llena. Era un puzzle imposible que intentaba resolver cada día, corriendo de un lado para otro con una sonrisa tensa y una lista de tareas mentales que nunca se acababa.

Y durante un tiempo, funcionó. O eso creía yo. Hasta que un martes por la tarde, la capa se me enganchó y me caí de bruces.

El mito de la mujer orquesta

Vivimos bombardeadas por un mensaje tóxico: el de la mujer que puede y debe hacerlo todo. Las redes sociales están llenas de imágenes de madres sonrientes con casas de revista, emprendimientos exitosos y tiempo para hacer yoga al amanecer. Nos comparamos constantemente y sentimos que, si no llegamos a ese estándar, estamos fallando.

La realidad es que ese estándar no existe. Es una ilusión, una zanahoria que nos ponen delante para que sigamos corriendo en una rueda de hámster de autoexigencia y agotamiento. Querer ser una superwoman no te hace más fuerte; te hace más frágil, porque te convence de que no tienes derecho a estar cansada, a equivocarte o, simplemente, a decir «no puedo».

El día que la capa se me cayó

Mi día D no fue nada épico. Fue una acumulación de pequeñas cosas. Un informe urgente en el trabajo, una llamada del colegio porque mi hijo tenía fiebre, la lavadora que decidía estropearse y una cena que se me quemó en el horno. Ahí, de pie en la cocina, con el olor a chamuscado llenándolo todo y el teléfono pegado a la oreja, me rompí.

Empecé a llorar. No con lágrimas silenciosas y dignas, sino con sollozos feos, de esos que te sacuden el cuerpo entero. Lloraba por la cena quemada, pero en realidad lloraba por meses de agotamiento, por sentir que no llegaba a nada, por la culpa de querer cinco minutos para mí sin sentir que estaba abandonando a alguien.

Ese día entendí que no era una superwoman. Y fue la revelación más liberadora de mi vida. Aceptar mi vulnerabilidad no fue un fracaso, fue el primer paso para empezar a cuidarme de verdad y a construir una vida más sostenible y feliz.

El reto añadido: ser madre soltera y no morir en el intento

Si la presión social ya es asfixiante para cualquier madre, para muchas madres solteras esta sensación se multiplica por diez. Cuando eres la única responsable económica, emocional y logística de tus hijos, la idea de «no poder» parece, sencillamente, una opción que no te puedes permitir.

El desafío de ser madre soltera es inmenso. La carga mental es constante y el espacio para el autocuidado es prácticamente nulo. Se espera de ti que seas padre y madre, que proveas, que cuides, que eduques y que lo hagas todo con una entereza admirable. Pero la entereza, como todo, tiene un límite. Y es fundamental saber reconocerlo antes de que nos rompa.

La importancia vital de la ayuda a madres solteras

Cuando colgué mi capa imaginaria, lo primero que hice fue aprender a pedir ayuda. Y esto es crucial. Buscar ayuda a madres solteras no es un signo de debilidad, sino de una inteligencia y una valentía enormes. Significa entender que una red de apoyo es imprescindible para tu bienestar y, por extensión, para el de tus hijos.

¿Qué tipo de ayuda? Toda la que puedas conseguir.
* Ayuda emocional: Hablar con amigos, familia o un terapeuta. Poner palabras a lo que sientes es sanador.
* Ayuda práctica: Organizarte con otras madres para turnaros con los niños, aceptar que un familiar te traiga un táper o contratar a alguien para que limpie la casa un par de horas a la semana, si puedes permitírtelo.
* Ayuda comunitaria: Existen redes de apoyo y ayuda a madres solteras que ofrecen desde asesoramiento legal hasta grupos de apoyo emocional. Organizaciones como la Federación de Asociaciones de Madres Solteras (FAMS) son un recurso valiosísimo que demuestra que no estás sola en esto.

Cómo colgar la capa (sin sentirte culpable)

Abandonar el perfeccionismo es un proceso. No ocurre de la noche a la mañana, pero puedes empezar hoy mismo con pequeños gestos que marcarán una gran diferencia.

Aprende a decir «NO»

No a ese plan que no te apetece. No a ese favor que te desborda. No a esa tarea extra en el trabajo. Cada «no» que dices a algo que no quieres o no puedes hacer es un «sí» a tu propia salud mental. Al principio cuesta, porque nos han enseñado a complacer, pero es una de las herramientas más poderosas que tienes. Para las madres solteras, esto es aún más crucial, ya que el tiempo y la energía son recursos limitados.

Prioriza tu bienestar

El agotamiento extremo, o burnout, no es solo «estar muy cansada». La propia Organización Mundial de la Salud lo reconoce como un fenómeno ligado al estrés crónico en el trabajo que no se ha manejado con éxito. Puedes leer más sobre ello en su web: El burnout como fenómeno ocupacional según la OMS. Aunque lo ligan al trabajo, es perfectamente aplicable a la labor no remunerada y constante de la crianza.

Cuidarte no es un lujo, es una necesidad. Duerme lo suficiente. Come bien. Encuentra 15 minutos al día para hacer algo que te guste: leer, escuchar un podcast, meditar o, simplemente, mirar por la ventana sin hacer nada. Especialmente al ser madre soltera, tu salud es el pilar que sostiene a tu familia.

Suelta la culpa

La casa no tiene que estar perfecta. No pasa nada si hoy cenáis pizza. No eres peor madre por necesitar tiempo para ti. La culpa es el pegamento que mantiene la capa de superwoman pegada a tu espalda. Aprender a soltarla es el acto de amor propio definitivo.

El día que entendí que no era una superwoman, no perdí mis poderes. Al contrario, descubrí el más importante de todos: el poder de ser humana. Con mis límites, mis necesidades y mi maravillosa imperfección. Y desde entonces, aunque sigo corriendo, lo hago mucho más ligera y, sin duda, mucho más feliz. Recordemos, especialmente las madres solteras, que pedir ayuda no nos resta valor, sino que nos lo da. Porque la verdadera fuerza no está en poder con todo, sino en saber cuándo y cómo pedir ayuda para seguir adelante.

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Preguntas Frecuentes

Q: Me siento totalmente identificada y agotada, pero no sé por dónde empezar a cambiar. ¿Cuál sería el primer paso práctico para dejar de ser una 'superwoman'?

A: El primer paso, y el más poderoso, es aprender a decir 'no'. Empieza con cosas pequeñas: un favor que no te apetece, un plan que te sobrecarga o una tarea extra que no puedes asumir. Cada vez que dices 'no' a una demanda externa, te estás diciendo 'sí' a tu propia salud mental y recuperando el control sobre tu energía.

Q: Soy madre soltera y siento que pedir ayuda es una señal de que estoy fracasando. ¿Realmente no es un signo de debilidad?

A: Al contrario, pedir ayuda es un acto de enorme inteligencia y valentía, nunca de debilidad. Significa que entiendes que una red de apoyo es imprescindible para tu bienestar y, por tanto, para el de tus hijos. La verdadera fuerza no reside en cargarlo todo sola, sino en saber construir un equipo que te sostenga para poder seguir adelante.

Q: Intento tomarme tiempo para mí, pero me consume la culpa por no estar haciendo algo 'productivo' o por no estar con mi familia. ¿Cómo puedo gestionar ese sentimiento?

A: La culpa es el resultado de la presión social por ser perfecta. Para combatirla, debes interiorizar una verdad fundamental: cuidarte no es un lujo, es una necesidad. Tu bienestar es el pilar que sostiene a tu familia. Una madre descansada es una mejor madre. Esos momentos para ti no son tiempo perdido, son una inversión crucial en tu salud y en la felicidad de tu hogar.

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